La ciudad de la alegría (libro)

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Yenki
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La ciudad de la alegría (libro)

Mensaje por Yenki » Mié May 08, 2013 12:14 pm

Es una "novela" de Dominique Lapierre de mediados de los años 80. Lleva vendidos unos 12 millones de ejemplares.
Puse comillas pues él dice en el prólogo que cuenta hechos de hace algunos años y los protagonistas existieron, aunque cambió algunos nombres.
Durante meses el escritor vivió en el escenario del libro, la villa miseria que da nombre al tomo, eso hace que sus descripciones sean muy buenas, detalladas precisas, deprimentes e impactantes.

La portada del libro de 382 páginas que leí:

Imagen


En Calcuta había por aquellos años unos 300.000 indigentes sin casas, que dormían en las veredas unos al lado de otros, 3000 villas de casuchas de adobe y madera, la ciudad rondaba los 10 millones de habitantes.

Esta Calcuta que describe con rigor el autor francés, es un infierno en la tierra, uno tangible y real y no esos que crean las leyendas o creencias religiosas.
Un apretujamiento de seres y miseria que no hubiera podido salir de la mente del más perverso escritor de ficción.


Las ciudad que describe Lapierre tiene cuatro o cinco millones de personas con sólo poco más de un metro cuadrado de espacio, y se apretujan en villas de cuartuchos precarios.
Mil ochocientas toneladas de basura no tienen tratamiento cada día y quedan en la vía pública.
Cientos de miles de personas todos los días hacen sus necesidades en las calles.
Mosquitos, ratas, cucarachas, chinches... y todas las pestes que se originan en la mugre y miseria están rodeando a los más miserables entre los indigentes.


Aunque el autor tiene un tono muy amable para con los habitantes de esa villa de 60 mil almas que se llama Anand Nagar, o sea, La ciudad de la Alegría, sus descripciones de la forma tan cruel y dolorosa de vida hacen que la lectura sea muy amarga.
En algùn momento pensé en abandonar el libro pues leo para disfrutar y evidentemente este relato no me dejaba hacerlo...

La Ciudad de la Alegría que describe el francés es donde los protagonistas se mueven tiene 60 mil habitantes un en tamaño apenas más grande que tres canchas de fútbol.
Cada familia tiene unas 6 personas rondan un total de 10 mil.

Con sus rectángulos de casas bajas construidas en torno a un patio minúsculo, con sus tejados de tejas rojas y sus
callejas rectilíneas, la Ciudad de la Alegría se parecía en efecto más a una ciudad obrera que a un barrio de barracas.
Sin embargo, ostentaba el triste récord de la mayor concentración humana del planeta: ciento treinta mil personas
por kilómetro cuadrado. Era un lugar donde no había ni un árbol por cada tres mil habitantes, ni una flor, ni una
mariposa, ni pájaros, con la única excepción de los buitres y los cuervos. Donde los niños no sabían lo que era un matorral,
un bosque, un estanque; donde el aire estaba tan impregnado de óxido de carbono y de azufre, que esta contaminación
ocasionaba la muerte al menos de una persona de cada familia; donde un calor insoportable petrificaba a las gentes durante
los ocho meses del verano
; donde el monzón transformaba las callejas y las chabolas en lagos de fango y de excrementos; un
lugar en el que la lepra, la tuberculosis, las disenterías y todas las enfermedades carenciales reducían la esperanza de
vida a uno de los niveles más bajos del mundo; donde ocho mil quinientas vacas y búfalos encadenados sobre montones de
estiércol daban una leche envenenada de microbios. Pero sobre todo la Ciudad de la Alegría era un lugar donde existía la
miseria económica más total. Nueve habitantes de cada diez no tenían ni una rupia diaria para comprarse una libra de arroz.

Y al igual que todos los demás "slums", la Ciudad de la Alegría en general era ignorada por el resto de Calcuta, salvo
en caso de crimen o de huelga. Considerada como un lugar peligroso y de mala fama, una partida de Intocables, de
parias, de asociales, era un mundo aparte que vivía apartado del mundo.

El texto de Lapierre va a centrarse en la forma de vida de los más que pobres, los que viven en la miseria total, como si fuese en la edad media.
Sin calzado, educación, luz eléctrica, agua potable, baños, que viven con hambre y se reproducen como una plaga.
No saben que es un teléfono, televisor aparato de radio, calefón o heladera o inodoro, mucho menos una ducha.



Continuará...

Yenki
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Mensaje por Yenki » Lun May 13, 2013 3:06 pm

Permítanme una cita que muestra lo que critico.
Esa resignación ante el dolor, para mí es muy fantasiosa, cuando a mí me duele algo no puedo alegrarme para nada.


Todas las noches, hacia las once, volvía a empezar. Al principio eran llantos, luego la intensidad iba en aumento, el ritmo
se aceleraba y aquello se convertía en un torrente de estertores que le llegaban a través del tabique.
Un niño musulmán de diez años se moría de tuberculosis ósea en el cuchitril de al lado. Se llamaba Sabia.
"¿Por qué esta agonía de un inocente", se indignaba Paul Lambert, "en un lugar ya abrumado por tantos sufrimientos?"
Las primeras noches había cedido a la cobardía. Para no oír, se había taponado las orejas. "Era como Job al borde de
la rebeldía", explicará. "Por mucho que buscaba en las Escrituras a la luz de mi lámpara de aceite, no conseguía
encontrar una explicación satisfactoria a la idea de que Dios pudiese permitir aquello.
¿Quién hubiera podido atreverse a decir a aquel niño que se retorcía de dolor: "Sé feliz, tú que
eres pobre, porque el Reino de Dios es tuyo. Sé feliz, tú que ahora lloras, porque mañana reirás. Sé feliz, tú que tienes
hambre, porque serás saciado"? Aquello parecía absurdo. El profeta Isaías trataba de justificar el sufrimiento del
inocente: eran "Nuestros" sufrimientos los que él padecía, servían para curarnos de "Nuestros" pecados. Desde luego, la
idea de que el sufrimiento de un ser pudiera contribuir a la curación del mundo era atractiva. Pero, ¿cómo admitir que la
agonía de mi vecinito formaba parte de aquella ascesis? Todo en mí decía que no."
Tuvieron que pasar varias noches antes de que Paul Lambert aceptase oír los gritos de Sabia. Y aún varias más para que
los oyera no sólo con sus orejas, sino también con su corazón.
Se sentía desgarrado entre su fe de sacerdote y su rebeldía de hombre. ¿Es que tenía derecho a ser feliz, a cantar las
alabanzas de Dios, cuando había a su lado aquella agonía intolerable? Al no poder comunicar su dilema a alguien,
Lambert recurrió a la oración. Todas las noches, cuando el hijo de su vecina volvía a empezar a gemir, hacía el vacío en
él y rezaba. Entonces dejaba de oír los llantos, los gritos, los ruidos; dejaba de percibir los roces de las ratas en la
oscuridad, dejaba de notar los hedores de la cloaca atascada delante de su puerta. Según su propia expresión, "se hacía
ligero como el aire".
"Al principio mi oración trataba exclusivamente de la agonía del pequeño Sabia. Suplicaba al Señor que aliviase sus
sufrimientos, que abreviase su sacrificio. Y si Él juzgaba que aquella prueba era verdaderamente útil para redimir pecados de
los hombres, Él que no había vacilado en sacrificar a su propio Hijo, entonces le pedía que me permitiera tomar parte
en ella, hacerme el honor de sufrir en lugar de aquel niño."
Noche tras noche, en la oscuridad, con los ojos fijos en la cara del Santo Sudario, Paul Lambert rezaba hasta que se
acallaban los gemidos. Rezaba e imploraba incansablemente. "Tú que moriste en la cruz para salvar a los hombres, ayúdame a
comprender el misterio del sufrimiento. Ayúdame a trascenderlo. Ayúdame, sobre todo, a luchar contra sus causas,
contra la falta de amor, contra los odios, contra las injusticias que lo provocan."
La enfermedad del niño vecino se agravaba mientras redoblaban los estertores de su agonía. Una mañana, el
sacerdote tomó el autobús que llevaba al hospital de Howrah.
Dio treinta rupias al enfermero responsable de la farmacia del establecimiento.
--Necesito una jeringuilla y una dosis de morfina. Es muy urgente.
"Ya que su mal era incurable y que mi oración había fracasado", dirá, para justificarse, "al menos Sabia debía
morir en paz". Ayudada por sus tres hijos de once, ocho y cinco años, la madre de Sabia se pasaba los días agachada en
la calleja confeccionando bolsas de papel con periódicos viejos. Era viuda también -había muchas viudas en la Ciudad de
la Alegría-, y aquella actividad representaba su única fuente de ingresos para el sustento de su familia. Pero a cada
instante tenía que interrumpirse, levantarse y recogerlo todo para dejar pasar a un triciclo o a una carreta. Paul Lambert
había observado que nunca abandonaba su sonrisa.
Al acercarse al cuchitril, advirtió miradas hostiles. ¿Qué iba a hacer aquel cura católico en la casa del pequeño
musulmán que se estaba muriendo? ¿Quería convertirlo a su religión? ¿Decirle que Alá no era el verdadero Dios? En el
barrio eran numerosos los que desconfiaban del francés. Se contaban tantas historias sobre el celo de los misioneros
cristianos, sobre su habilidad diabólica para infiltrarse por todas partes. ¿Acaso aquél, para no despertar sospechas,
llevaba en vez de sotana pantalones y zapatillas de deporte?
Pero la madre de Sabia le recibió con su hermosa sonrisa.
Mandó a su hija mayor en busca de una taza de té en la tienda del viejo hindú e invitó al sacerdote a entrar bajo su techo.
Un olor a carne putrefacta le hizo dudar unos segundos en el umbral. luego se hundió en la penumbra.
El pequeño musulmán yacía en un colchón de trapos, con los brazos en cruz, la piel ahuecada por úlceras llenas de moscas,
las rodillas medio dobladas hacia el descarnado torso. Paul Lambert permaneció quieto ante él. El niño abrió los ojos. Un
destello de alegría iluminó su mirada. Paul Lambert quedó conmovido hasta lo más hondo. "¿Cómo creer lo que estaba
viendo? ¿Cómo podía emanar tanta serenidad de aquel cuerpecito martirizado?" Sus dedos se crisparon sobre la ampolla de
morfina.
--"Salam", Sabia -murmuró, sonriendo a su vez.
--!"Salam", gran hermano¡ -respondió el niño con voz débil-. ¿Qué llevas en la mano, bombones?
Sorprendido, Paul Lambert dejó caer la ampolla, que se rompió. "Sabia no necesitaba morfina. Sus facciones destilaban
una paz que me desarmó. Estaba magullado, mutilado, crucificado, pero no estaba vencido. Acababa de ofrecerme la
mayor de las riquezas: una razón secreta para no desesperar, una luz cegadora en las tinieblas."

Un pibito inocente muere en lenta agonía de tuberculosis y como es capaz de sonreir todo está bien ... una payasada.

Ese tono de gente que sólo sufre a lo largo de toda su corta vida y aún así muestra signos de alegría es muy alabado por el autor.
Pero esa grandeza ante el destino infernal de ninguna manera debería implicar que se justifique su dolor.

Yenki
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Mensaje por Yenki » Mié May 15, 2013 4:31 pm

El infierno más real
Para mi gusto el nombre de la novela es engañoso, lo que hace el autor es describir situaciones de la pobreza más extrema, y el sufrimiento que viene con ella, una tras otra.
Imaginen miles de familias de seis u ocho miembros durmiendo en la calle, en incluso en las veredas cuesta hallar espacio; los más afortunados tienen una choza, de una habitación de 1,5 metros por 2, son tantos que algunos deben dormir arriba y abajo de la mesa.
Todo pasa a mediado de los años 80 aún así, en esta Calcuta de villas miseria que se muestra en el relato, no hay baños, no hay agua potable, no hay electricidad.
Sí hay cloacas a cielo abierto a los que miles van a hacer sus necesidades en la mañana, varones por un lado mujeres por otro. Se cruzan a un zanja para evacuar...
Sí hay ratas, cucarachas, moscas, sobre la gente al dormir caminan insectos.
Sí hay chicos que nunca saben los que es estar satisfechos de comida.
Sí hay gente que vive de revisar la basura.
Sí hay inundaciones donde la marea de excrementos tapa todo.

La visión de Lapierre para con esta gente es siempre generosa al extremo, destaca su alegría en medio del sufrimiento, su solidaridad a pesar de no tener nada, su lucha por subsistir a pesar de todo.
Su pelea por una guerra perdida que no tienen chances siquiera de empatar.

Para mí es criticable esto, pues uno podría pensar que los justifica.
Nunca los descalifica, por ejemplo porque traigan pibes al mundo a sufrir, que al menos tengan 3 o 4 hijos por pareja, que los sometan a todo ese infierno, a hacerlos crecer con mugre, bichos y hambre, sin ropa, asistencia médica alguna o educación.
En definitiva estos pobres que él alaba, son personas que multiplican el sufrimiento propio en sus muchos hijos, algo muy cruel que nunca es mencionado.




La ley de la mafia
Es muy llamativo como para esta gente abandonada de todos, el estado los ignora, no tienen policía o atención medica, la única ley que rige es la de la patota.
La única norma que existe para los más miserables es la de la mafia.
Coimas para todo, para pagar protección por una chabola, para la policía, para cualquier servicio estatal, enfermeros, burocracia, para quien te lleva a sacar sangre para venderla, para quien la extrae...
La única autoridad es la de un "padrino" que arma y desarma a gusto desde su mansión.
Hay también mucho negocio ilegal, venta de fetos, venta de partes humanas, venta de cadáveres.
Además me sorprendió que hay corrupción a todo nivel, con el conductor de una locomotora para que tire carbón, con el enfermero de hospital para que de una cama, con los policías.
La coima es normal y aceptada por todos, a todo nivel social.

Imagen

Básicamente los protagonistas son tres un cura francés, Paul Lambert, que va a la Ciudad de la Alegría a vivir como ellos y a tratar de ayudar, que toma la palabra de Cristo al pie de la letra, (un personaje demasiado irreal y exagerado para mi gusto).
El segundo es un campesino llamado Hasari Pal que termina en Calcuta cuando no puede vivir más en el campo y va con toda su familia. Lapierre cuenta su llegada y supervivencia dolorosa en la villa que da nombre al libro.
Y su trabajo como hombre-caballo, un rickshaw, una de esas personas que tira de un carro para llevar gente usando tracción humana. (Se ve uno en la portada previa)
El tercer protagonista es un millonario norteamericano que también es demasiado generoso y poco creíble, deja su mansión su fortuna y familia para unirse al cura.

Me pareció que el relato es una oda a la pelea perdida, a los que no se rinden a pesar de que ya perdieron.
Es muy crudo por momentos y me costó terminarlo, lo finalicé más por testarudez que otra cosa, es una lectura deprimente.

El único mérito que pude hallar en la novela es que me enseñó un mundo de miseria que atormenta hasta niveles indecibles, y lo que más impacta es que es real.
Infiernos de ficción hay muchos, pero esto choca por la brutalidad, impacta la existencia tangible del mundo de infinitos padecimientos que describe y que el autor describe con bastante detalle por haber estado ahí.
Lapierre muestra como hay un mundo aparte con los miserables más miserables que uno nunca imaginó, y ese mundo es ignorado por el resto de la sociedad, es como si no existiera.

Por el final percibí que más que una historia el francés quiere mostrar una situación, describir la miseria extrema en Calcuta. La conclusión es un tanto abierta.

Para mí merece 5,5 yenes.

julyto
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Mensaje por julyto » Jue May 16, 2013 12:01 am

Lo que hace morir en paz al pibito Sabia es la IGNORANCIA TREMENDA y EMBRUTECEDORA en la que vive...

Es muy triste y muy indignante saber que existen personas que vivan en esas condiciones tan infrahumanas...

Donde están Los Derechos Humanos? DOnde están las NACIONES UNIDAS? LA UNESCO ? UNICEF? DONDE MIERDA ESTAN?

La verdad que es que es una cagada leer estos textos... no hacen mas que amargarle el día a uno...

QUe podemos hacer nosotros desde acá? Tan Lejos? IMPOTENCIA! RABIA! DESASON!


DIOS NO EXISTE! DEJENME DE JODER! NO HAY DIOS! Es asi de simple y sencillo.... No puede ser loco! NO! MATEN A TODOS LOS HIJOS DE MIL PUTAS QUE GOBIERNAN ESE PAIS!!! GANHDI LOS PRENDERIA FUEGO!
"La convicción es un lujo de quienes sólo contemplan". - William Parcher

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Mensaje por Yenki » Lun May 20, 2013 4:57 pm

Dominique Lapierre

El francés ha desarrollado un vínculo con la población indú y tiene más de un libro sobre este país, acá abajo muestra uno:

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El autor francés y su esposa crearon una fundación para ayudar a los más desposeídos en Calcuta
El sitio web en francés parece estar mucho más actualizado.

A sus 80 años Lapierre casi treinta años luego del libro sigue colaborando, en esta nota en Paris Match del 2012, comentan que hay 800 millones de indúes que viven con menos de un euro por día.
Lapierre dona la mitad de sus ingresos por esta novela para ayudar a los pobres en la India.
Con eso ayudó a curar 2 millones de personas con tuberculosis, hacer 651 pozos para agua bebible, abrir 52 escuelas, y lanzar 4 botes hospitales para llevar asistencia a 59 islas. (Fuente)




Por acá hay una entrevista al escritor que se muestra resentido por los ricos indúes que ignoran a los pobres.
Dice que hay 200 millones de personas sin agua potable y 100 millones de chicos que no van al colegio, son poco más de 1.200 millones en total, el segundo país más habitado del globo.

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